«Quiero regalarte una canción simple» canta Pablo Dacal en el track cuatro de su último álbum, Mi esqueleto, y es que después de tres años vuelve con un formato más tradicional, de trío (guitarra, bajo y batería), distinto a lo que había hecho en sus trabajos anteriores, que tenían diferentes formaciones instrumentales.
Mi esqueleto está compuesto por trece temas grabados en el estudio El Progreso, creado en su propia casa. Entre las canciones del disco, hay una versión de «Hotel la soledad», del autor cordobés Francisco Heredia, y «El esclavo feliz» escrita en colaboración con el poeta Francisco Garamona.
El multifacético Pablo Dacal compuso música para artes escénicas como: El Mensajero de Hesse (1999), El Anticuerpo (2002), La Piel o la vía alterna del complemento (2003), entre muchas otras. También creó La Orquesta de Salón con quienes editó dos grandes álbumes, bisagras en su carrera: 13 grandes éxitos (2005) y La era del sonido (2008).
En 2017 protagonizó el documental Charco, en el que recorre el Río de la Plata buscando similitudes y conexiones entre artistas de la región. Durante el último tiempo viajó por todo el país, con su voz y su guitarra al hombro, llevando a nuevos lugares sus melodías. Y es que Dacal es un viajero experimental, un trovador que está en una búsqueda constante, quien absorbe diferentes sonidos y eso lo deja en claro a través de sus ocho discos como solista.
Este 11 de diciembre Pablo Dacal presenta su nuevo álbum y despide el año en La Tangente.
– ¿Cómo describirías este último álbum Mi esqueleto?
– Un disco de rock contemporáneo que funciona como una olla a presión: es la forma que encontraron mis canciones frente al mundo actual.
– Este último disco tiene un formato distinto a tus trabajos anteriores, ¿a qué se debe este cambio o búsqueda?
– Así ha sucedido con todos mis discos: formatos distintos para diferentes momentos, o la necesidad de cristalizar el sonido de una época siempre cambiante. En esta ocasión es algo más violento y directo de lo habitual, y es que así siento a nuestros años corrientes. Mas allá del reflejo, en este caso busqué no desarrollar un proyecto sonoro determinado sino dejar fluir el instinto primario, los ecos de la música de mi adolescencia, el pulso del underground de fines de la década del ochenta y los noventa.
– ¿Cómo fue la creación de los temas: aparecen primero las letras, las melodías o las vas trabajando juntas?
– De las tres formas y una más: primero el sonido, el ritmo, las armonías que van armando un contexto en que luego aparece la palabra que encuentra su melodía, o la melodía que busca su palabra, o ambas cosas y en forma desconocida.
– La era del sonido es uno de tus discos más reconocidos. ¿A qué crees que se debe eso? ¿Qué cosas te siguen gustando de ese álbum y qué le criticarías?
– Creo que fue un disco novedoso en su formato y experiencia viva, presentado sin amplificación eléctrica durante varios meses o interviniendo espacios con la fuerza de lo acústico. Eso no era corriente en la música popular ni tampoco lo fue después, y mucho menos trabajar una orquesta de la forma en que lo hacíamos: no se trataba de un grupo rítmico con algunos timbres orquestales sino de un verdadero entramado orquestal en el que todos los instrumentos intercambiaban sus funciones y modelaban una masa sonora, inspirados en la música académica para trabajar nuestras canciones viajeras. Nada puede cambiarse del pasado así que no lo intervendría de ninguna forma, más que editarlo en vinilo, cosa que hicimos hace algunos meses. Tiene muy buenas canciones, además, que pueden vivir fuera del disco y traerlo a nuestros días.
– Alguna vez dijiste que vos eras infiel con tu público y tu público con vos, ¿a qué te referías con eso?
– Me refería a que nunca pensé seriamente en construir un público determinado, con la estabilidad estilística que esto implica, y por lo tanto casi no tengo seguidores que acompañen todos mis vaivenes sin desorientarse: algunos recuerdan la orquesta, otros adoran la etapa criolla, otros prefieren los más rockeros y algunos solo disfrutan mi andar trovador. Esto no me ha jugado muy a favor, por cierto, pero me ha hecho un artista libre. Hoy, de todas formas, me gustaría decirles a todos que la música y mi espíritu siempre son los mismos. Yo no es otro. ¡Síganme… no los voy a defraudar!
– Formaste parte de la creación y de la conducción del documental Charco. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Tenés algún proyecto audiovisual o literario?
– Una experiencia intensa, hermosa y extensa. Aprendí mucho y conocí nuevas músicas, aventuras inéditas para mí, además de conversar con varios amigos sobre temas o cuestiones que nunca habíamos charlado. ¡Un lujo de trabajo! Proyectos audiovisuales nunca imaginé por delante y varios se presentaron solos. ¡Bienvenidos! Literarios sí: estoy escribiendo dos libros diferentes que espero encuentren su destino antes que yo.
– ¿Cómo te venís preparando para el show del 11 en La Tangente?
– Respirando el continente y afinando los instrumentos: el resto es abrir la boca y cantar.
Pablo Dacal se presenta el miércoles 11 de diciembre en La Tangente, Honduras, 5317