En un pasaje de la charla, Rudie Martínez dirá que “Adicta es una banda nueva con mucho background”, y algo de eso despunta en la (trans)formación actual con dos cantantes (Jerónimo Romero y Haien Qiu), en el britpopismo a la criolla de la flamante “Ruido negro» y en el remate cómico de la letra, distanciado de cualquier dramatismo: “en las buenas o en las malas, / en la salud o en la enfermedad, / en el spa o en el psiquiatra”.

Cuatro años atrás, cuando la continuidad de Adicta era un imposible signado por la tragedia, el mismo Rudie, visiblemente conmovido, le gritaba a su público en un Niceto triste: “Hay miles de bandas nuevas a punto de nacer». Premonitorio o no, el final de ese show homenaje a su primer cantante, Adrián Toto Nievas, le ponía la tapa al cajón de un ciclo y abría el abismo de lo por venir.

En 2016, Rudie Martínez creó la RR Orquesta (RR de Rodolfo Ricardo, como acredita SADAIC) y editó Creer o reventar, una belleza de disco, minucioso y genuino, que lo encontró “rezándole a tu pop / curándome del dark”. Dos años después, el regreso de la nueva Adicta cobró cuerpo y, desde entonces, como sucederá este jueves 14 de noviembre en Mutar Bar, sus seguidores viejos y nuevos pueden darse el gusto de escuchar en vivo los clásicos que la banda fue escribiendo en Shh (2000), Miedo (2003), Día de la Fiebre (2005) y el doble Cátedras I y II (2008).

– Después de años de dedicarte a la música, ¿qué disfrutás más en este momento de tu vida: componer, ensayar, tocar en vivo?

– Lo que más disfruto es componer y tocar en vivo, porque ensayar y pasar revista a los temas… Si no es algo creativo, la verdad es que me aburre un poco. Igual Adicta no ensaya mucho, una vez por semana dos horas muy clavado. Parece un trabajo de oficinista, medio desapasionado, pero cuando tocamos en vivo todo cambia y esa es la mejor parte. Y la verdad lo que más me gusta de la música es como que volvimos a los 50’s: hay que salir a tocar para demostrar que sos músico. Ya no sacás discos, ya no hacés nada que la industria requiera. Solamente subís unos singles que para mí es la nada misma.

– ¿Cómo resististe la tentación de establecerte como cantante en esta nueva etapa de Adicta, sobre todo después de estar al frente en RR Orquesta?

– Yo no soy cantante y nunca quise serlo. Adicta necesita cantantes, necesita a Jero y Haien (los vocalistas actuales). Lo que hago en RR Orquesta es expresarme, es más una instalación artística que una banda. Es un proyecto autorreferente y por eso me expreso, pero si consiguiera un cantante para RR, también lo pondría porque la verdad que no me gusta cantar.

– El documental de Alejandro Barrios sobre la banda termina con el show homenaje que hacen en Niceto en junio de 2015. ¿Cómo renace Adicta de ahí en más y en qué se transforma?

– Después de ese show, quedamos totalmente desconectados a nivel Adicta. Nosotros somos íntimos amigos y nos seguimos viendo hasta en la sopa, pero nunca volvimos a hablar de Adicta como una entidad. Un día se me ocurrió decir: «¿por qué no volvemos a tocar las viejas canciones que nos gustaban y que a la gente le gustan?» Fue debido a que recibía aliento del público en la calle o en las redes. Y decidimos empezar de cero, otra vez, un renacer. Es como una nueva banda con mucho background.

– La mayoría de las canciones de Adicta están firmadas por vos y por Toto, ¿cómo era esa sociedad compositiva? ¿Reconocés qué escribía cada uno en las letras o era una mezcla? ¿En qué difiere componer solo a componer con otro?

– Cuando empezamos con Adicta, quisimos hacer una especie de Lennon-McCartney, Jagger-Richards. Nos gustaba que componíamos parecido y nos topábamos en muchas ideas e influencias. Cada uno componía sus letras, yo terminaba corrigiendo las de Toto, y también algunas letras compusimos juntos, como «Soy animal», «Destino fatal» y «Mediodía». Él las empezaba, yo las terminaba. Yo tiraba una frase, él la seguía. Y la verdad que con Toto éramos un poco siameses, así que no había tanta diferencia entre componer o arreglar las de él, o componerlas juntos. Era bastante simbiótica la situación.

– Muchas letras de Adicta tratan sobre relaciones esquivas, donde el amor no se llega a dar o se está terminando. ¿Cuesta escribir sobre amores que florecen?

– Sí, los amores que florecen no me interesan, es demasiado cursi. No me gusta decirle «te amo» a alguien, me gusta decir «me dejaste» porque es más inspirador. Me gustan los poetas decadentistas, ya lo dije mil veces: Baudelaire, Rimbaud, Verlaine. Me parece que eran gente que vivía muy atormentada de una manera muy pop. Eso es Adicta, una tormenta pop.

– Cuando uno las lee/escucha, algo que llama la atención es que en esas relaciones de dos que se cuentan, no se especifica el género. ¿Era deliberada esa ambivalencia?

– La ambivalencia vino con el nombre de la banda. Éramos un grupo de chicos que nos llamábamos Adicta. No estaba pensado de mi parte escribir tan neutro y creo que somos el referente del todes antes de que eso aparezca, así que por generación espontánea fue una expresión vanguardista a nivel liberación de género. Me gusta la idea, una vez me lo dijo Daniel Melero: «¿Se dieron cuenta de que no usan género?». Y yo no me había dado cuenta, pero me parece que es un punto a favor.

– Miedo, cansancio, tristeza, melancolía, hastío, son humores constantes en las canciones de Adicta, ¿en qué fuentes literarias y musicales abreva esa estética del dark?

– Yo no lo considero tan dark, lo veo más romanticista. A mí me gustan mucho Dickens, Joyce, y sobre todo, Balzac que es un poco oscuro, un poco pervertido y un poco irónico también. Me gusta la ironía, me gusta el humor dentro de la oscuridad. No todo lo que yo digo en las letras es verdad, en realidad casi todo es mentira, pero también es un poco tanguero eso. Soy porteño por adopción, pero me gusta la idea de ser un poco porteño-tango-rock-melancolía-dark.

– “No hay nada más nuestro que no tener sentido”, ¿qué podés decir de esos versos?

– Es una frase de Toto. Charlamos mucho de esa letra, hasta nos hemos peleado porque cada uno tenía una idea diferente de cómo era el tema. Yo salí ganando en la instrumentación. «No hay nada más nuestro que no tener sentido» es una dicotomía entre Toto que se tomaba todo muy en serio y yo que me tomaba todo muy en solfa, así que es la cruza entre los dos. Estamos unidos por las contradicciones también.

– ¿Cómo es el show que están preparando para Mutar?

– En realidad repasamos nuestras canciones, esta vez en formato más electrónico. Somos muchos en la banda y somos muy ruidosos, así que cada vez que tocamos en bares o en lugares más chicos, que nos encanta, sintetizamos un poco haciendo un set más electrónico.

– Desde los 90 para acá, recorriste muchos escenarios. ¿Qué te provoca tocar hoy?

– Tocar es tocar, solamente eso. Me gusta tocar, me dedico a esto hace millones de años, siempre quise tocar en una banda, desde los 5 años. No puedo estar más que agradecido. Me provoca el mismo placer, los mismos nervios, las mismas inseguridades y las mismas obsesiones y placeres. ¡Viva el live set!

– ¿Y cómo ves la escena de bandas nuevas?

– Viva toda la música nueva. Este país peca en no apoyar a los nuevos artistas. Y no me gusta que les pase lo que me pasó a mí, así que quiero que apoyen a todas las bandas nuevas. A mí me gustan mucho Peces Raros, Adoradores de Estrellas Muertas, me gustan las bandas de La Plata. No sé por qué, en La Plata hay un agua diferente y todos hemos bebido de ella.

– ¿En qué anda la RR Orquesta?

– RR Orquesta necesita financiación. No, es un proyecto muy tranquilo, autorreferente. Como te dije, es más una expresión artística que una banda, así que por ahora está ahí. Además ahora estoy enfocado en Adicta que siempre fue mi banda de cabecera.

– Casi pisando 2020, ¿a qué es adicta Adicta?

– Si me preguntás por la banda, creo que es adicta a la joda. «Where is the party, Lococo?», me decía mi amigo Leo Satragno. Después nosotros, no sé. Diego debe ser adicto a su colección de bajos y Joaco a su hijo. Y yo soy adicto a mi gato, que se llama Nina, y a mi perro Angus. Nunca hablamos de esto con la banda.

Adicta toca el jueves 14 de noviembre en Mutar Bar, Av. Mitre 982, Avellaneda.