La actriz y cantante se prepara para su ya clásico ciclo de febrero en el Torquato Tasso. “Es como una cábala”, se ríe Soledad Villamil cuando le preguntan por este ciclo. “El otro día haciendo cuentas vimos que ya hace como doce años que actuamos en febrero en el Tasso”, dice, y agrega: “Empezar el año así es también para mí una experiencia que valoro porque el Tasso es un lugar que permite interactuar mucho con la gente, y se fue creando un público que regresa muchísimo, que se hizo habitué de este ciclo. Cuando se acerca esta época del año, es una alegría saber que se acerca el ritual”.
-¿Qué tipo de show vamos a ver en esta ocasión?
-Es un show que hace un recorrido por los cuatro discos, que son muy variados entre sí y marcan un camino con muchos estilos. Se transforma en un show muy dinámico, porque están las canciones del primer disco, que era música criolla y tango, después el segundo tiene canciones de amor, el tercero es el más latinoamericano y el último que es todo de canciones propias.
Soledad irrumpió como actriz en los 90 con la película Vivir mata, de Bebe Kamín. Entre 1991 y 1992, actuó en el Teatro San Martín en la puesta de Hamlet, dirigida por Ricardo Bartís y, en 1993, debutó en la pantalla chica dentro del ciclo Zona de riesgo. Luego vendrían sus roles inolvidables en Vulnerables y Locas de amor, y por supuesto, su participación en El secreto de sus ojos, la película de 2009 dirigida por Juan José Campanella que ganó el Oscar.
Pero en 1998 su carrera tomó un giro: tras la participación como actriz y cantante en el espectáculo Glorias porteñas, se le disparó la pasión musical que, desde entonces, no hizo sino profundizarse. Su primer disco, Soledad Villamil Canta, salió en noviembre de 2007. En 2009 lanzó Morir de amor y en 2012 Canción de viaje. Iban a pasar cinco años hasta que se metiera nuevamente al estudio, esta vez a grabar sus propias canciones en Ni antes ni después.
-Contanos un poco de tu rol como compositora.
-La composición me abrió otro aspecto del arte. Es algo que venía probando en los discos anteriores: en el segundo hay dos temas míos; en el tercero cuatro y el último todo menos uno que es de Jorge Drexler. Me lancé al desafío de componer, en dos casos en coautoria con Fede Olivera, que es el papá de mis hijas. Siempre tuve la afición de la escritura, en el sentido de siempre tener un cuadernito de frases sueltas. Ese cuaderno ahora recopila semillas de canciones. Es una especie de valija de herramientas a la que echo mano a la hora de componer. Antes de arrancar con una canción me paso horas leyendo estos cuadernos que son mitad diario, mitad reflexiones, ideas que surgen tras ver películas o algo que me conmovió. No hice taller literario, tuve como una asesoría con Marina Klein. Una vez que tenía las canciones escritas, las vimos juntas y trabajamos sobre detalles que quería seguir profundizando.
-La faceta de intérprete de canciones de otros se parecía más a la actuación, ¿no?
-Claro, era poner la voz, pero no dejaba de ser el texto de otro. De todos modos, creo que esta cuestión de la creación ya venía ejercitándola de mucho tiempo atrás. Como actriz también está la observación, recolectar vivencias y situaciones para usarlas en el momento adecuado, que hicieron que el escribir sea bastante natural.
-Hablemos ahora de la movida porteña. ¿Cómo ves el espectáculo y la cultura en estos tiempos?
-No tengo cifras pero sé que es un momento muy malo para la cultura en general. El teatro y la música sufren muchísimo las condiciones socioeconómicas. Argentina y, sobre todo, Buenos Aires, mantienen la producción, pero a un costo enorme para los artistas. Si tengo que hablar de mi caso, hace años ya que tengo una productora y desde ahí vamos generando los shows o los discos y uno lo hace con toda la fuerza. En momentos como estos, se hacen las cosas sólo porque uno tiene muchas ganas de hacerlas. Pero me da bastante optimismo todo lo que tiene que ver con el movimiento de las mujeres. Es algo de lo que vamos a sacar conclusiones dentro de un tiempo. Es algo que está transformando de una manera muy profunda la sociedad en muy poco tiempo. Creo que somos contemporáneos de un gran cambio, y como todos los cambios, no es sin dolor. Viene de una situación de grandes desigualdades y se puede llevar adelante por el esfuerzo de grandes grupos de personas que empujan el cambio. Como siempre, lo más lento son las leyes: lograr que el aspecto legal de las organizaciones esté al día con lo que ya la sociedad vive es lo que más cuesta. Pero ya lo sabemos, el voto femenino no fue sin lucha ni sin compromiso y logró establecerse como un acuerdo social y legal. Ahí hay que apuntar.
La banda de Soledad Villamil está compuesta por Coqui Rodríguez en guitarra, Cristhian Faiad en batería y Pablo Giménez en bajo. Los sàbados de febrero en el Torquato Tasso (Defensa 1575, San Telmo)